Siempre fuiste aquel hombre altivo, lleno de orgullo, con
un ego dominante, aquel que “no comete errores”, aquel que no pide disculpas,
aquel que siempre tiene la razón. Ese hombre que no hace una llamada para
solucionar un conflicto y que menos responde una si está enojado, orgullo debió
ser tu apellido.
Siempre esperabas a que diera yo el primer paso, era yo la
que hacía una llamada (generalmente sin respuesta), la que enviaba mensajes a
los cuales ignorabas y aun así yo te amaba. Sucede que llegó el día en que no
lo hice más, ya no estaba dispuesta a hacerlo más y me decidí a dejarte ir y a
no volver jamás y tomé todo el valor y el coraje que guardaba dentro de mi ser
y te solté.
Justo cuando empezaba a olvidarte, cuando mi cuerpo ya no
anhelaba una caricia de tus manos, cuando ya no me dolía oír tu nombre, cuando
estaba a punto de olvidarte…
No se si presentías o nuestra perfecta conexión te dio un
aviso pero ahí estaba yo olvidándote y ahí estabas tú, escribiendo aquel
mensaje. Un mensaje que trajo consigo un huracán de emociones, una avalancha de
sentimientos encontrados.
Por supuesto que me sorprendió recibir ese mensaje y claro que revivió todo lo que pensaba se había esfumado junto con tu recuerdo, pero tan traicionero es mi corazón que solo bastó leer un simple saludo para revivir todos aquellos sentimientos que, al parecer, solo los había guardado esperando ansioso aquel momento.
Eras tú, diciéndome todo lo que había anhelado oír por
tanto tiempo y era yo y mi terrible miedo hablándome… NO DEBÍA ACEPTAR TU
REGRESO”… Y caí, caí en lo más profundo de mis sentimientos por ti y volví a
entregarte todo de mí.
¿Debí haberle hecho caso a mi voz interior?
Hoy una vez más estoy sentada en el suelo con las manos
vacías, el corazón destrozado y recordando las promesas que obviamente no
cumplirías, pensando lo maravillosa que hubiera sido esa boda, ese viaje, ese
tatuaje. Así es, aquí voy de nuevo, juntando los pedazos que quedan de esta
mujer que está rota. Rota pero con un toque de libertad en lo zapatos y llena
de dolor pero al mismo tiempo de esperanza, fe y confianza. Hoy soy otra mujer,
claro que tu partida me duele pero ésta vez NO ME VOY A DEJAR CAER.
A tu orgullo le digo ¡GRACIAS!, no me arrepiento de
haberte aceptado de nuevo, pero ahora que me alejo a petición de él, lo hago
con la frente en alto porque te di lo mejor de mí y se que hoy soy mas fuerte,
más valiente. Y TODO, TODO LO APRENDÍ DE TI.
ME DUELES, PERO YA NO ME MATAS. Y sí, te amo, mil veces te
amo y te amaré por siempre, PERO POR SIEMPRE:
SE TERMINA NUESTRA HISTORIA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario