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lunes, 17 de agosto de 2015

Carta a tu orgullo...Ver más..

Siempre fuiste aquel hombre altivo, lleno de orgullo, con un ego dominante, aquel que “no comete errores”, aquel que no pide disculpas, aquel que siempre tiene la razón. Ese hombre que no hace una llamada para solucionar un conflicto y que menos responde una si está enojado, orgullo debió ser tu apellido.

Siempre esperabas a que diera yo el primer paso, era yo la que hacía una llamada (generalmente sin respuesta), la que enviaba mensajes a los cuales ignorabas y aun así yo te amaba. Sucede que llegó el día en que no lo hice más, ya no estaba dispuesta a hacerlo más y me decidí a dejarte ir y a no volver jamás y tomé todo el valor y el coraje que guardaba dentro de mi ser y te solté.

Justo cuando empezaba a olvidarte, cuando mi cuerpo ya no anhelaba una caricia de tus manos, cuando ya no me dolía oír tu nombre, cuando estaba a punto de olvidarte…
No se si presentías o nuestra perfecta conexión te dio un aviso pero ahí estaba yo olvidándote y ahí estabas tú, escribiendo aquel mensaje. Un mensaje que trajo consigo un huracán de emociones, una avalancha de sentimientos encontrados. 

Por supuesto que me sorprendió recibir ese mensaje y claro que revivió todo lo que pensaba se había esfumado junto con tu recuerdo, pero tan traicionero es mi corazón que solo bastó leer un simple saludo para revivir todos aquellos sentimientos que, al parecer, solo los había guardado esperando ansioso aquel momento.

Eras tú, diciéndome todo lo que había anhelado oír por tanto tiempo y era yo y mi terrible miedo hablándome… NO DEBÍA ACEPTAR TU REGRESO”… Y caí, caí en lo más profundo de mis sentimientos por ti y volví a entregarte todo de mí.

¿Debí haberle hecho caso a mi voz interior?
Hoy una vez más estoy sentada en el suelo con las manos vacías, el corazón destrozado y recordando las promesas que obviamente no cumplirías, pensando lo maravillosa que hubiera sido esa boda, ese viaje, ese tatuaje. Así es, aquí voy de nuevo, juntando los pedazos que quedan de esta mujer que está rota. Rota pero con un toque de libertad en lo zapatos y llena de dolor pero al mismo tiempo de esperanza, fe y confianza. Hoy soy otra mujer, claro que tu partida me duele pero ésta vez NO ME VOY A DEJAR CAER.

A tu orgullo le digo ¡GRACIAS!, no me arrepiento de haberte aceptado de nuevo, pero ahora que me alejo a petición de él, lo hago con la frente en alto porque te di lo mejor de mí y se que hoy soy mas fuerte, más valiente. Y TODO, TODO LO APRENDÍ DE TI.

ME DUELES, PERO YA NO ME MATAS. Y sí, te amo, mil veces te amo y te amaré por siempre, PERO POR SIEMPRE:
SE TERMINA NUESTRA HISTORIA.




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